lunes, 4 de febrero de 2008

Nadie es apolítico



NADIE ES APOLÍTICO

Fuente: Diario Mallorca

JOSEP VIDAL

Animal político: ésta es una de tantas definiciones del ser humano. Se entiende de un ser humano sensible a los asuntos de la polis. Uno nunca se ha acabado de creer a esos que, muy ufanos, se autodefinen como seres apolíticos. A lo sumo pueden afirmar que rechazan el funcionamiento de los partidos políticos, así como la calidad más que dudosa de quienes los dirigen o conforman. Hasta aquí estamos de acuerdo. Los partidos que funcionan con un celo propio de sectas son agrupaciones rígidas que, tarde o temprano, acabarán por quebrarse. De ahí que resulte interesante el siguiente concepto: el de transversalidad, más o menos acuñado por Rosa Díez. Es decir, un partido con cuyo programa pueden estar de acuerdo muchos ciudadanos de distinta procedencia e ideología. La aparición de partidos de esta índole, véase Ciudadanos o UPD, es una buen noticia, pues la política nunca debe ser patrimonio exclusivo de los grandes aparatos. Lo cierto es que muchos ciudadanos han dado su primer paso y, por primera vez en mucho tiempo, han decidido tomar cartas en este asunto. No nos engañemos, la política no puede estar sólo en manos de los políticos profesionales que, curiosamente, son los que menos piensan en política. Me refiero a política de verdad, y no a ese sucedáneo. Lo que han conseguido estos nuevos partidos es articular, de algún modo, todas esas inquietudes. Alguien dijo que UPD no busca afiliados, sino que son muchísimos los que han dado por fin con un partido que colma, en su casi totalidad, sus aspiraciones. Ahora bien, este partido está obligado -más que ninguno- a no decepcionar a sus electores. Sus propuestas son muy decididas y rotundas, y cualquier traición a esos principios supondría su ruina. Los resultados que puedan obtener en las elecciones son, desde luego, una incógnita. Sin embargo, la victoria de un partido como el que lidera Rosa Díez, Fernando Savater o Mikel Buesa, entre otros, puede ser de otra índole: la de influir a los grandes partidos. No quiero decir con ello que su papel se limite a ser un simple toque de atención, sino que las ideas que proponen pueden llegar a penetrar de manera transversal. Es decir, de una parte a otra del espectro político y de la ciudadanía en general.

Conozco a muchos que se han pasado más de veinte años sin ir a votar o que han depositado en la urna una virginal papeleta en blanco, sabiendo que todo es inútil y que la política llevada a cabo no tiene remedio. Entre el desdén y la desidia, entre la queja estéril y la resignación han ido pasando los años. Otros, por el contrario, empezaron a votar como quien se hace del Barça o del Madrid. Nadie se cambia de equipo. Los españoles, a veces, somos así de cazurros. Pura visceralidad. Y es ahí en donde falla lo de animal político, quedándose tan sólo en animal y punto. Así pues, la aparición de partidos de la envergadura de UPD o Ciudadanos, ha hecho que muchos votantes de otros partidos -los que no están sometidos a una obediencia ciega- hayan mostrado algo más que simpatía hacia ellos. Muchos de los que votaban en blanco, los que ni se molestaban en ir a votar o los que lo hacían de forma mecánica, han despertado de su larga siesta al comprobar que todo lo que ellos propugnaban y nunca era posible, ahora sí puede serlo. Viejas y justas aspiraciones como la elaboración de listas abiertas que acaben de una vez con la rígida burocracia de los partidos; evitar los pactos postelectorales que desvirtúan, degradan y estafan la voluntad ciudadana. Aspiraciones hay más, pero no hay lugar para su enumeración. Lo que hay que resaltar es que la política no está muerta si los ciudadanos intervienen en ella y no la dejan en manos de los dinosaurios. Este tipo de partidos que acaban de nacer suponen un revulsivo necesario.

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